
Iaacov Avinu se escapa hacia Jarán después de haber recibido las bendiciones de su padre Itzjak. Esas bendiciones no eran solamente en el plano de lo material. Ellas encerraban toda la herencia espiritual que Dios le otorgó a Abraham Avinu (el profeta) y que luego Itzjak recibió.
Iaacov se escapaba de su hermano Esav. Éste querÃa matarlo porque Iaacov habÃa tomado las bendiciones que Esav creÃa le correspondÃan. Iaacov sabÃa que su viaje encerraba grandes peligros, entre ellos, su destino final: la casa de Labán, el hermano de su madre Rivká.
Los comentaristas de la Torá vieron en la historia personal de nuestros patriarcas una sÃntesis de la historia del pueblo de Israel. Asà como el padre le deja como herencia a su hijo determinadas cualidades fÃsicas y espirituales, inclusive sin quererlo, asà también nuestros patriarcas nos legaron determinadas cualidades que son particulares de nuestro pueblo, y si alguno de los que se consideran judÃos carece de ellas, eso significa que debemos desconfiar de él, pues en realidad puede ser que él no pertenezca al pueblo de Israel. (Véase Shulján Aruj, Ében Haézer cap. 2).
Iaacov se ve obligado a deambular por tierras extrañas, muy lejanas de la tierra de Israel, la tierra de la santidad. Su vida simboliza el largo exilio que sufrimos desde hace casi 2000 años, cuando fuimos dispersados entre todos los pueblos de la tierra, después de la destrucción del Segundo Templo de Jerusalem a manos de los Romanos (68 e.c.) (Asà como Jacob fue exiliado por causa de que Esaú lo querÃa matar, el pueblo de Israel fue exiliado por causa de los descendientes de Esaú, Edom).
Sin embargo la Torá tiene un mensaje para darnos. Ella no sólo nos informa lo que ocurrirá con la descendencia del tercer y último patriarca, sino que también nos cuenta cómo podemos salvarnos de los peligros del exilio para no llegar a trágicas consecuencias.
"Y soñó: y he aquà una escalera apoyada en la tierra y su extremo llega hasta los cielos, y he aquà que los ángeles de Dios suben y bajan por ella. Y he aquà que Dios estaba sobre ella y dijo: 'Yo soy Hashem (El nombre), el Dios de Abraham, tu padre y el Dios de Itzjak; la tierra sobre la que estás acostado, a ti te la daré, y a tu descendencia. Y será tu descendencia como el polvo de la tierra y te expandirás hacia el oeste y hacia el este y hacia el norte y hacia el sur, y serán bendecidas por ti todas las familias de la tierra, y por tu descendencia. Y he aquà que Yo estoy contigo y te cuidaré por donde fueres y te haré retornar a esta tierra, pues no te abandonaré hasta que haya hecho lo que te he dicho." (28:12-15).
En la primera noche de Iaacov Avinu fuera de su hogar, él pernoctó en el lugar que más tarde en la historia, serÃa elegido para construirse en él, el Templo Sagrado de Jerusalem.
En este sueño profético vemos dos elementos: por un lado una escalera muy larga, que a pesar de que estaba apoyada en el piso, su extremo superior llegaba hasta el cielo, y por otro lado, vemos ángeles de Dios que subÃan y bajaban por ella, y no al revés. Además, vemos que está escrito "suben", en plural, es decir que dos eran los ángeles que subÃan (por lo menos) y lo mismo está especificado respecto de los que bajaban, es decir que en total encontramos a cuatro ángeles.
El Midrash Tanjumá (Vaietzé, 2) dice que los ángeles que subÃan y bajaban representan a los "cuatro imperios": el babilónico, el medo, el griego y el romano. El ángel, por definición, es el enviado de Dios para hacer algún trabajo (en hebreo, trabajo se dice: melajá y ángel: malaj). Asà como un rey de carne y hueso no hace personalmente las cosas sino que dispone de servidores, asà también se comporta el Rey de Reyes, bendito sea Su Nombre.
Notemos que dos de estos reinos que dominaron al pueblo de Israel fueron los que destruyeron los Templos de Jerusalem: Babilonia, el primero, y Roma, el segundo. Estos reinos que tanto mal nos hicieron, sólo fueron enviados de Dios para hacer que el pueblo de Israel retorne al camino de la Torá y las mitzvot (preceptos), sin embargo nosotros no quisimos entender el mensaje...
Pero para poder sobrellevar el exilio de la mejor manera posible debemos asemejar nuestras vidas a aquella escalera de Iaacov. Debemos tener los pies bien firmes en la tierra, debemos compenetrarnos en la realidad, pero nuestra cabeza, nuestra mente y nuestra alma debe llegar hasta los cielos. De esta manera estableceremos una total armonÃa entre lo terrenal - material, y lo celestial - espiritual, y seremos merecedores de "divisar" la Presencia Divina.
Comentarios Generales

Génesis 28:10-32
7°Parasha / Vayetsé
Bereshit / Génesis
21-Nov-15

